Muchas veces, cuando nos encontramos en pecado o en alguna falta, lo primero que nos viene a la mente y a nuestro corazón es ”no vayas a la iglesia, no ores, aléjate porque tú has cometido muchos errores para poder acercarte, tú estas mal y todos se darán cuenta”, cuando la realidad es que la sangre de Cristo es el agente más limpiador y más poderoso de la existencia.
La intimidad con Dios es el lugar en donde Él nos limpia día tras día, en donde Él nos sana desde los más profundo, pero muchas veces nos engañamos trayendo a memoria nuestra condición.
"Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan."
Salmos 86:5 NVI
¡No dejemos que el enemigo nos engañe recordándonos lo que Dios ya perdonó!
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